viernes, 8 de junio de 2012
PALABRAS AL CINECLUB "EL FARO" EN LA BIBLIOTECA SARMIENTO DE LAS ROSAS, A LOS 5 AÑOS DE SU CREACIÓN
¡Cómo nos igualaba el cine!
¡Cómo nos integraba en un ámbito mágico: el salón del
“Moderno Gran Cine Sociedad Italiana”!
¡Cómo, aquel niño de 7 años que fui, y en algunos aspectos
todavía soy, fue sorprendido por “Los tambores de Fu Manchu”, película de 1940,
que yo vi en 1967 con toda la emoción del que va por primera vez al cine.
Sergio y Rubén, un par de años mayores, convencieron a mi vieja para que me
dejara ir al matiné!
El matiné era nuestra más importante salida en aquella infancia,
todavía sin televisión, con mucho juego, mucha tierra, bicicleta, mucha charla
en el cordón de la vereda, y los cowboys, los romanos, toda la aventura de los
domingos a la tarde en esa gran pantalla.
Rondando los 9 años sucedió algo mágico en el patio de mi
casa. Mis vecinas, Titi y Elsa, dos hermanas unos diez años mayores que yo,
tenían novios, y doña Margarita no les permitía salidas a solas con los
muchachos. Su mirada atenta vigilaba desde la mesa en los bailes. Para el cine,
las chicas encontraron una solución intermedia, me invitaban. – Dice la Titi si
querés ir al cine con ella y con el novio… dijo mi vieja esa tarde de sábado
que aún recuerdo perfectamente. Mis amigos seguían en el inevitable matiné,
igual que yo, pero… ahh. Los sábados por la noche yo iba al cine, y eran otras
las películas… La aventura, la pasión, la risa, me abordaban la emoción desde
ese espacio luminoso, en medio de la oscuridad, y yo, al costado de los novios,
sabiendo que algo obstruía, no tenía muy en claro qué, recuerden que tenía 9
años, pero también, consciente de que les permitía una salida que les estaba
vedada si no fuera por mí.
Cine, cine, cine, casi un alimento, a la par de los libros,
a la altura de la música, me fue amasando el alma, cada día, cada semana, en
los jóvenes años de aprender, de adherirse a los huesitos tiernos, aquello que
nos va moldeando, sin conciencia todavía, para siempre.
Años de horror y niebla, de silencio universitario, me
vieron buscar donde podía, escuchar a la Negra Sosa en discos al mínimo volumen
en herméticos dormitorios. Leer en papeles copiados a mano, versos de Gelman o
de poetas que no habitaban las librerías. En esa oscuridad, encontré un ciclo
de Cine Debate, cada miércoles por la tarde plantaba los libros, convencía a
Gustavo, mi compañero de estudios y marchábamos a una facultad vecina, donde
David Lucero y Manuel Vega, locos por el cine, pasaban con un solo proyector,
por lo que había que detener la proyección para cambiar los rollos, películas
inhallables en los cines. Y después, la palabra justa, el pensamiento volcado a
la rueda, las opiniones medidas, seguro había milicos espiando, disimulados
entre gente que sabía de cine o de la vida. Y yo bebía con placer esas
emociones como un alimento concentrado.
Hace 5 años, en esta querida biblioteca popular, nace la propuesta
del cineclub. Acá se mudó mi alma, con esta preciosa gente. Que Robert De Niro
es primo de Antonio y Fernando Taccari? Que Ana Rita es sobrina de Audrey
Hepburn? Que Sandrini fue padrino de confirmación de María Amalia? Que Roberto
pasaba en su infancia los veranos junto a la familia de Pepe Airas? Que uno de
los hermanos Lumiere fue bisabuelo del vecino de un cuñado, de un primo segundo
del enfermero que me extrajo sangre para el análisis que determinó que estoy
loco por el cine? Bueno, son cosas sin importancia. Que no son verdad? El cine
tampoco? O si…
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