
Inclinándose
hacen sombra en las heridas
oyen el lamento infinito
de una humanidad sedienta
y cantan para disimular
haciendo creer al que sufre
que a ellas no les duele.
Tocan pinchan susurran
acunan lavan alimentan
arropan
vuelan de uno a otro hospital
(soles y lunas lo atestiguan)
porque no les alcanza.
Amanecen y trasnochan
atraviesan la ciudad
peligrosamente raudas
y vuelven a la casa
cuando los suyos ya comieron
o se han dormido.
La canción popular bien podría
haberse extendido así:
“Para ser enfermera se necesita
un corazón bien grande
y otra cosita”.