miércoles, 7 de abril de 2010
LA PALABRA LIMITADA
En el sueño, o duermevela, que refiero, algunas substancias de este mundo eran limitadas. Especialmente la palabra.
Los dioses, o dios, o algo, otorgaban a los hombres una cantidad limitada de palabras. Un número X de palabras para decir en toda la vida de las personas. El número no era fijo. No era equitativo. No era justo.
Algunos estaban, por decirlo así, más dotados de un enorme acervo, y otros, menos favorecidos, apenas contaban con muy pocas palabras para emitir a lo largo de sus vidas. Pero, como en la vida misma, nadie sabía con cuánto contaba, y no era conveniente malgastar, como tampoco acumular riquezas inútiles frente a la hora de la muerte. Como todos ignoraban su condición, cada palabra era valiosa, cada conversación de oro, cada elogio una oda, cada diatriba una puñalada al corazón.
Muchos se preguntaban: ¿Esta conversación será la última? ¿No estaré malgastando mis exiguos recursos? ¿Las palabras de amor que no pronuncie hoy, estarán ausentes cuando lo intente mañana?
Y la poesía tenía, en ese sueño, en ese mundo, un valor, un peso, que la volvían religión para los hombres.
Los dioses, o dios, o algo, otorgaban a los hombres una cantidad limitada de palabras. Un número X de palabras para decir en toda la vida de las personas. El número no era fijo. No era equitativo. No era justo.
Algunos estaban, por decirlo así, más dotados de un enorme acervo, y otros, menos favorecidos, apenas contaban con muy pocas palabras para emitir a lo largo de sus vidas. Pero, como en la vida misma, nadie sabía con cuánto contaba, y no era conveniente malgastar, como tampoco acumular riquezas inútiles frente a la hora de la muerte. Como todos ignoraban su condición, cada palabra era valiosa, cada conversación de oro, cada elogio una oda, cada diatriba una puñalada al corazón.
Muchos se preguntaban: ¿Esta conversación será la última? ¿No estaré malgastando mis exiguos recursos? ¿Las palabras de amor que no pronuncie hoy, estarán ausentes cuando lo intente mañana?
Y la poesía tenía, en ese sueño, en ese mundo, un valor, un peso, que la volvían religión para los hombres.
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DESDE BUENOS AIRES
ResponderEliminarMI ABRAZO EN LA PALABRA
Y EL AFECECTO
ALBA ESTRELLA GUTIÉRREZ
mi abrazo en la
ResponderEliminarpalabra y el afecto
alba estrella gutiérrez
qué buena lección, Raúl, abrazo,,,
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