ENTONCES....

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JARDINES

domingo, 22 de mayo de 2016

DEL PÁJARO Y LA LÁGRIMA. Completo




© Raúl Feroglio, 1990
EDICIONES NO MUERDEN
Calle 15 N° 1181 / 2505 / Las Parejas
Santa Fe/ República Argentina
Idea de Tapa: Hugo Isaurralde
ILUSTRACIONES: DANIEL MONSALVO
Impreso en Fani Medina
J. V. González 59 /Capitán Bermúdez
Setiembre de 1990
Impreso en Argentina


El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya
aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos
maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y
volverse parte de él hasta el punto de no verlo más.
La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber
reconocer quién y qué en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle
espacio.
ITALO CALVINO
(Las ciudades invisibles)


PREVERSOS

HABILITACIÓN
La presente es una habilitación provisoria para escribir poesía, que
indefectiblemente caducará cuando las uvas, oscuras de tanto sol rebanándoles
la superficie, caigan una a una en mi mano izquierda. En la derecha tendré
papeles escritos por amigos, con las mejores letras que imaginen, haciendo
referencia a calles, cartas, ombligos y extintos saurios. Tendré cayendo de mi
boca un silbo desafinado y estaré sencillamente contemplando el diario nacimiento
de la poesía suburbana, entonces, me daré la habilitación definitiva.
No se puede tirar un papel al cesto de residuos sin antes apretarlo entre las
manos, reducirlo, quitarle lo que de vida tiene su blancura, transformarlo en
múltiples planos y redimensionarlo en el espacio. Aún así, revueltas entre los
desperdicios, las palabras se agitan buscando un último destino de libertad antes
de ser olvido, nada.

DEL OFICIO CALLADO

Arte poética

El arte que se parte en la cabeza de la angustia
y crece dentro y fuera como ruido inmenso
y crece alrededor como azucena
el arte que cruje en el piñón de los obreros
y se entrelaza lana azul de aquella abuela
se desliza filamento en el cabello de los niños
ese arte que se quiebra y se diluye y se disuelve
y es bandera y relámpago y tormenta
que vibra el corazón de los motores
que triza los dedos del que abraza una guitarra
que retuerce los sueños
o es un potro en el pecho del que sueña
ese arte
ese arte que crece en las mañanas por el césped
que se afila en el cuchillo carnicero
ese arte tostado energía de horno
panadero alegre panadero fiesta
ese arte que se escribe con el borde roto de la tiza
que sube y baja experimenta
que hace llorar a Antonio su lágrima de aceite
que rompe en Pablo su canción
(tristeza dulce su tristeza)
ese arte que empaña el vaso de Raúl
esa herramienta
ese silencio en llamas
esa furia ese Martí ese Neruda Vedovaldi
ese abrazo Heraldo y todos todos
ese arte que humedece cada parte
cada rincón oscuro y misterioso de los cuerpos.


Frente a un horno de fundición

Aquel hombre que mi verso toca
ungiéndolo no,
apenas nombrándolo,
crujía como un viejo puente,
se astillaba en las fibras de sus huesos
y ardía,
permanente y blanco,
en el disparo de luz del orden nuevo.


En la ancha calle
periférica de brisas muertas
volcaron relleno de planeta
arena y escoria
tierra negra y sola de fundición violenta
Entre la mugre y el óxido de hierro
amortiguando la soledad marginal del mediodía
el sol daba su aguja
a un viejo guante roto
casi una mano de obrero en el descarte
rastro de polvo en basural de rabia
brazo perdido en el destierro de la sangre
tierra negra y sola
hollín y acero
olvido en el olvido.


En oscuros bodegones de humo rancio
en inciertos bares
donde viaja el joven
y el viejo se flagela la memoria
en rectángulos hoteles
detrás del cedro de las confiterías
hay una especie de mujeres sin reposo
de largo aliento entre vapores
y brazo interminable en las cocinas
dando el grado justo al generoso caldo
espesando salsas ancestrales
o improvisando lo posible en sus urgencias
Ayer fundaron sus cocinas familiares
y en la noche violenta de sus vidas
abarcan este oficio trasnochado
de orégano y cansancio
saciando hambres ajenos sin nombrarlos
Solo son perfectos sus mútiples sabores
si la boca del que pasa se detiene en sus manos.


En el turbio rincón
donde mueren los borrachos
donde la página del frío se desdobla
detrás del mostrador grasiento
está el agujero invitador de la nostalgia.
Allá van a parar los que descubren
que un trago de ginebra
es una isla de nada entre la nada
o que cien mangos de vino son
lo que no pudo ser una vida rodadora.


Puta de bar

El aire es de melaza
2 AM
las estrellas calientes se alejan
y los solitarios cada vez más solos
traman nuevos ardides contra las turbulencias de la muerte
esa otra forma de la soledad.
La cerveza caliente cae como lluvia en las gargantas
y es un viento fresco en las cabezas hastiadas
Ella no ama la poesía
aunque recuerda parte de una rima
yo la espío
(no soy el único)
Una pollera estrecha de brillos supernumerarios
aprieta las nalgas excesivas
y dos muslos
como peces marinos rosados y lustrosos
escapan de las profundidades.
Hacia arriba otro exceso
la tela blanca transparece
dos mariposas moradas que palpitan desafiantes
pero en la boca bermellón no hay vida
simulación de la sonrisa
mueca forzada seductora
cansancio del amor no amado
prestidigitación sin conejo ni galera.
La clave consiste en no ser una mujer
sino una película
(superproducción hollywoodense)
de la carne y los fracasos.
Detrás de sus brillos orgullosos
una muchacha humilde llora sin consuelo
el duro precio de no querer limpiar
lavar barrer a otros.
El ángel del dinero
metálico y avaro
le roza los párpados con fuego
y se cobra
y se cobra
y se cobra.


Ha llegado la hora de desmitificar los materiales. Porque la
mentira ha invadido los espacios moleculares de la vida y de la nada.
La luna, patético ejemplo, no es de plata como se creía. Ni de nácar.
La increíble luna es estaño de los mostradores de millones de
boliches, y en sus manchas no refleja ni la primera ni la última cena.
Son manchas de un tinto baratísimo y gastado. ¿Por qué brilla?
Elemental: Millones de borrachos le sacan brillo con el codo.

Juan Carassai

Juan Carassai
arma rayo a rayo
dos flores metálicas, delgadas,
las ajusta al viejo cuadro gris,
aceita una cadena.
¿Cuánto es el gomín, don Juan?
¿Cuándo vuelvo a pagárselo?
Juan Carassai está
con su bigote hecho tabaco en hebras,
su enorme barriga, su cigarro,
viendo pasar la tarde
que lo aplasta en sombras sin remedio.
Gracias don Juan,
inflar no cuesta para los pibes del barrio.
Juan Carassai engrasa
los rígidos piñones de la tarde,
un viento helado lo recorre,
él mira pasar y pasa.
Por veinte años lo veo:
brisa sin música ni hollín,
humo de tabaco dulce,
sopor de siesta, pared,
soplo de marzo,
rayo perfecto, piñón, cadena floja,
freno, pedal, cubierta, cámara.
Juan Carassai va armando
la misma bicicleta siempre
y el tiempo la desarma.

Manos de pájaro

1
Atadas a la brisa que mueve los andamios
dos manos de pájaro equilibran
un cuerpo flaco ajado por el hambre.
Van trepando al día sin cimientos,
pesadas de cal en la mañana,
ausentes,
solas.
Ladrillo sobre ladrillo
sobre ladrillo sobre ladrillo.
Arena entre la arena.

2
La tarde vuelve sombra recta
el tenso piolín de la plomada.
Baila horizontal el nivel con su burbuja.
Dos manos de pájaro se gastan,
edifican una altura nueva,
se creen mezcla en la cuchara,
pedregullo en el balde.

3
Cuando lo noche crece de hormigón sobre las calles
y el corazón del hombre
repasa sombras agravios y silencios
un vino oscuro crece por el hueco
de las manos de pájaro,
trepa hasta la boca de los albañiles
demoliendo irremediablemente
ladrillo tras ladrillo
tras ladrillo tras ladrillo.


Entre el soplo dispuesto
del hombre que se exhala
y la pequeña boca del trombón
hay un silencio blando y triste
multiplicado en cientos
condensado
por el segundo que separa el aire quieto
de la encendida voz.
Sus mejillas copas llenas
vuelcan al bronce
la presión invisible que perfora
su cuerpo de cañón.
Los vientos planetarios que lo cruzan
en el aire vibran
algo gris se rompe en mil astillas
rojas y doradas
partículas de polvo a contraluz
que regresan al hombre en suaves curvas
sencillas como un DO mayor.


Las agujas

Animales extraños las agujas
ajenas a la mano
límpidas y rápidas
brilladas
hacecitos de luz entre los dedos
las agujas
silbidos del viento
las agujas
álgidas
en viejas bolsas trigo enero
en carne nueva sombra roja
constelado vaivén en blanca tela
las agujas
hambre incontenible
destino impar su fiesta y su deseo
animales extraños
las agujas.

ESPACIOS DE LA LUZ

¿Cómo aligerar el estambre sensitivo
que nos vuelva ruido, luz,
partícula del aire, piel,
sabor de infancia?

Cristalitos de viejas copas rotas brillan en la mesa, estrellan el cielo del mantel
oscuro. Los olvido. Me limito al delicado tacto de este vino que endulza los ojos, y
los abre de un gozo secreto y antiguo.

En la oscuridad cóncava
bilateral de mis zapatos
germina una especie de pasos
aún no recorridos
que se extienden como un largo hilo
tendido desde el cráneo
hasta los centros imaginativos
del aquí y ahora
y se prolongan recorriendo
y desestructurando
la archiconocida historia de la soledad.
A todo esto los zapatos
ignoran que yo aliento
la instancia secreta y vital
de la esperanza.

Una brizna de luz
deslizada entre el naranjo
da de lleno en la carne púrpura de un pétalo.
La sombra primera orilla los rosales,
narcisos ondulan y jacintos
y es de agua el aire de esta hora,
todo flota en un vapor sin nombre,
es impreciso el color, la forma vaga.
La noche va inventando nuevos cuerpos a las viejas cosas
para después borrarlas.


Sueño

I
Triste llega el pez del sueño.
Mi párpado se escarcha,
se vuelve harina el ojo injusto
sin cerrarse.
Triste llega,
sin aletas,
navega mis sienes,
azul
boga a la espera del momento
en que desagüe
sus remos inocentes
mi piel
muda entre las sábanas.

II
Hace instantes era yo nomás
mi carne detenida,
mi ronda de músculos en vagos sueños,
mi ausencia de dolor y sensaciones.
Vuelvo a ser yo
adormilado aún,
cruzado por cien despertadores.
Otra vez pronuncio
palabras como horas
casi
mate
hijos,
y ruedo los pasillos de la tarde
cotidiano y frutal
como un tomate.

(Otoño 1968)

Envuelto en cierta niebla o humo azul mi abuelo quema, horquilla en mano, un
pedazo del otoño en la cuneta. Recién levantado a la mañana y a la vida mi
guardapolvo aroma a nuevo. Me voy llevándome el saludo pantostado de mi
madre.

Jazz

El saxo y la trompeta copulan de improviso. Se convulsionan cuando en un flujo
turbulento se sienten transcurridos por casi todos los vientos del planeta. Más allá,
el baterista oficia de verdugo. Decapita el aire en cada golpe y logra que mis pies
caminen hasta el techo sin mí. Solitos se van marcando un ritmo sincopado. El
pianista toca con los dedos, con el hígado, con el lóbulo de la oreja y con una
fuerza que hasta el más distraído diría que guarda desde siglos. El bajo hace
sentir su paso de elefante, nos vibra todo del estómago hacia abajo. Él es el
hombre. Los instrumentos femeninos se estremecen. La guitarra llueve fraseos
agudos, y yo me mojo. Así mojado y todo vuelo…
Hay una sesión de jazz, es algo, un minuto o un segundo. Todo o casi todo. El
saxo sigue copulando. Muchos aplauden intentando atrapar entre las manos
pedacitos de música que quedan en el aire. Mis bolsillos rebalsan.

Mis dedos rozan el mango de madera de la pava
el mate entibia el hueco de la mano.
La bombilla, más caliente cuanto más cercana al agua,
es lisa, espejo o vidrio en esa zona.
Más arriba ondula, tiene marcas, es más fría,
cómoda como una boca en mis labios.
Toco el húmedo vapor del agua,
chorros de niebla exhala el pico,
más débil o más fuerte a ratos.
Me siento en una silla vieja.
Mis costillas encuentran uno a uno los duros travesaños,
busco un lugar en el espacio
donde ningún hueso o músculo duela o se perturbe.
Apoyo la frente en la ventana fría,
la mañana de invierno viene al cuarto,
una gota se condensa, corre por mi sien derecha.
Deslizo la ventana de vidrio
y recorro la reja de metal con pulso lento,
conozco cada borde, cada arista,
cada costra de óxido:
Cinco años hace que la toco y me separa
del rocío del parque, de su fresco abrazo.

En el reverso de tus nalgas:
qué dirá el pudor
si yo las muerdo?
En el suelo de la nuca
me limito a descansar
(mi mano vigila).

Abierto el corazón no hubo sorpresas, solo la fibra carnosa latiendo como
un sapo o una mano roja. No había imágenes ni besos. No estaba tapizado de
ojos femeninos. No emitió sonido alguno, silbo ni amago de suspiro. No aceleró su
sincrónico vaivén cuando aquella niña se arregló la falta. Simplemente seguía
fluctuando silencioso sobre la mesada de mármol. No hubo sorpresas, dije. Solo el
desengaño de saber, tarde, que él nunca la había amado.

Rosario
1
Sobre el adoquín violento
sobre la dura tierra de los arrabales
sobre la negra duda de la brea
la suerte rueda a gritos
como un trompo ciego.
2
Dónde guarda la ciudad
su docena de ratas ahogadas
su luna de invierno en el verano
en qué sitio esconde a los mozos de los bares
dónde duermen de 8 a 19 su siesta las rameras.
3
Dice el Pulga, que además de filósofo y
poeta es esquizofrénico, que en Rosario
las lluvias, mejordicho las lloviznas,
no vuelven al río por las bocas de
tormenta, sino que retornan por un
sistema de retrodifusión inversa a los
lagrimales de las viudas menores de 30.
4
Hay unos versos que aún no escribo
porque no completo todavía el desarrollo
del filamento que va de la neurona cortical
hasta mi mano
con que logre describir
el olor de tu cuello.
5
Te quedo debiendo Rosario
hectolitros de vino blanco
envasado en origen
utilizados como corresponde
en bodegones mugrientos
entre mozos muertos de sueño
con amigos videntes visionarios:
Anotalos en la cuenta que dice:
“sobrevivientes”.

Si esta tarde yo pudiera
iría a Senegal
me iría lejos de mí
esta tarde
en Senegal.
Si esta tarde yo pudiera
lloraría en Senegal
lloraría cerca mío
si pudiera
en Senegal.
Si esta tarde yo pudiera
ardería Senegal
ardería dentro mío
en Senegal
en Senegal
en Senegal.

Menos importa beber a cortos sorbos
el tibio mate amargo
que abrigarlo en la palma.
Menos interesa su sabor a selva antigua
la madera que contiene
sus pájaros y abejas
que extenderlo a otra mano abierta.

De todas las banderas de la soledad
prefiero las del silencio
porque laten dentro mío
como un pájaro quieto
y abren los espacios de la luz
sin acorralarme
empujándome en el viento.

Una pequeña flor
atrincherada en celofán
con su tallo sumergido en un vasito verde
puede ser el estallido
que escandalice tu razón dormida
te viviseccione
exponga tu sexo a cientos de avideces
huidizo y blando casi molusco marino
y tomarás conciencia del sitio inamovible
que debe ocupar en este espacio.

Antes amaba tus pechos madrugada
en silencio
ardido
los amaba por mi furia
para adentro de mis manos
los amaba
para el hueco inaugural donde latías.
Ahora que tumbamos
en blandos lechos nuestro viento revulsivo
y nos dimos vuelta vuelta vuelta
y otro viento nos contrajo
y dilató y nos reprodujo
ahora que dos niñosueñosclaros
se armaron
inventaron su estatura con tus pechos
los amo mediodía pan historia
y crezco yo con ellos
y los amo para adentro de la vida.

De alguna manera extraña soy también
un niño que vivía en la cortada
crecía entre pelotas y bolitas
y otros niños azules que cortaban cañas
e inventaban un engrudo firme
para el barrilete único y final
de toda infancia.
Soy aquel aunque no pueda
volver a serlo ya ni en sueños.
Solo un pesado bloque de recuerdos
se ablanda y se diluye
entre los materiales
de mi adultez en llamas.
Ese niño me da vueltas
como una abeja ciega,
zumbándome al oído todo aquello
trayéndome su polen luminoso
su aguijón de lana.

Rompete corazón
volvete blanco
hacete harina sombra polvo de los siglos
partícula levísima y flotá
a contraluz derivá como un insecto
date vuelta exponete al manoseo
al roce incesante de manos y pies y caras
que te acosen que te cerquen
que te expriman
rebotá pared techo y piso
pelota de pin pon entre la gente
caete levantate
volvé a caerte y quedá tirado
en las cunetas o los charcos por un tiempo
El que te levante
te amará de nuevo entre sus manos
Entrá al furor blanco de las panaderías
dormí tu siesta en los andamios
hacete amigo de la tiza
estaño y cobre y bronce
y hollín de fundición violenta
volvete vino en los boliches
no dejes de correr por los andenes.
El tiempo no perdona
no podés quedarte quieto.

Bombo

Bombo
cajón
corazón de cartón
redondo sol o nubarrón
hambre de vida sin canción
bombo
sol
abrigo del hombre
oración
grito de niño
corazón
latido rojo
bombo
canción
hombres y aguijón
bombo
cimiento del monte
chañar y mistol
cajón de sueños
bombo
manta del silencio
cielo del pobre
tom tom del alma
vibración
madero solo
parche antiguo
hueco del alma
soledad ardida
caricia del día
viejo sueño
o dueño de la noche
en que yo soy
vino negro
tambor
tom tom
tom tom
tom tom

Haikus

1
El mismo viento
que desangra los techos
roza mis manos.

2
Noche de estrellas
agitando mis alas
acerco el cielo.

3
Niño que fui
aún robo mandarinas
para mis hijos

4
Busca tu rocío
jardinero en el alba
Te pertenecen.

NOTICIAS DEL VIAJERO

Circulo a contramano
por las vías muertas de la casa
buscando el último zoquete sucio
y sus hilachas
esto es estar solo con los duendes solos
inmerso en carretel de sueño
emergido de la vida.
Y no solo de soledades infinitas
ni de pequeñas soledades ardidoras
es estar solo por la calma de saber
que están llegando
ella con su nueva carga de vida encaramada
en el místico ombligo.
Es una nota lanzada una armonía
una latitud incognoscible
una nostalgia
un fuego de artificio
una garganta un grito
una fragnacia.

En la dulce penumbra de aguas tibias
crecen tus dedos hacia el mundo
crecen
tu mundo
y la redondez alada que te abriga
buscan un punto
el equinoccio
el estallido vital que gratifica
la vertiente que te muestre
único y solo
cobijado y alerta
pequeño y magnífico
en el gesto ritual del nacimiento.

Te va creciendo un hermano
como un ala brillante
Te cubrirás de suaves
ondulaciones de aire.
Se agitará a tu lado,
serás caricia y pájaro.
Tu vuelo
mojará una tensa cuerda
y seremos la música.

Enciendo una luciérnaga brillante
para tu espera de vertiente
para iluminarte de blanco el mediodía
y para que mis pies de viento
hollen suelo firme y dejen
una marca verde
casi un susurro en el silencio.

Como un pequeño pez
navegando sus aguas primordiales
como una caricia interior incalculable
anterior aún al movimiento
una raíz creciendo en el espacio
una vibración:
la vida.

DEL PÁJARO Y LA LÁGRIMA

El ojo/mi ojo

1
Más allá de las urgencias
del pájaro y la lágrima
mi ojo atesora la memoria
de todo lo deseado.

2
Hasta en el ojo muerto
de las cerraduras
mi ojo es brindis
trámite y campana.

3
El ojo entre las hojas
ignora que todo
se derrama
para siempre.

4
Enredado de niño y mandarinas
mi ojo es un vaivén
refrescando la siesta
lápiz bailarín camino.


Si no me grito me curvo
me atormento si me quedo
soy triste sombra
muerto pez
calefón si no me desenrollo
soy vidrio roto
apio carro manivela
cosas sueltas
complejas
simples
absurda miel si no me entiendo
si el hijo del lenguaje
(lazo añejo)
no me ciñe a hombres y mujeres
para siempre
con firmeza de viento.

Zona inhóspita tus ojos
álgebra imposible
vidrio templado de campos expandidos.
Trámite indiscreto mirarlos
navegación de guerra
desfile de pámpanos de siesta.
Qué madrugón bordeado de glicina tus ojos
y yo con mi banquito ajado
mi guitarra en cuatro
mi fiesta solitaria por tus calles.
Y el aire derramando su octubre
en azafranes de luz encaramada.

Me iba con tus manos
adolescente me iba
con tus manos ráfagas
par violento tus manos
anchas de cubrir el miedo
y yo con mis sueños
de cuatro manantiales
como cuatro lluvias
de manos en la niebla.

Me rompe en nieblas tu lágrima
tu risa
tu brazo de cemento
me exterioriza un fulgor gelatinoso
magro
violento
esclarecido
tu cimiento de verdes y violetas.
Y qué será de mí
pobre animal de huesos
de órganos de tiempo
triste acúmulo de luces a la inversa.
Cuántas horas
Cuánto invierno podría enarbolar el fuego
hasta qué vereda cruzará
mi tísica esperanza
mi máscara de barro.
Presumiblemente rojos
de rugidos extensos
sin maquinarias funestas
vibrarán mis días futuros con tu lengua
infalibles
ciertos.

Dolor recuperado

De mi sombra tengo ya dos siglos
y algunos años de dolor inacabado.
Entreabierto el ojo la nostalgia
los relojes derivaban mudos
hasta el minuto fatal de la ceniza.
Qué latitud la de mi aliento
cuánto morir llovió
desde tus pies movidos
hacia el silencio que llevaba
en mi bolsito azul mi diario.
Me vi en algunos años
hacia atrás de mi cimiento vida
escarnecido y roto
verde y duradero
y aquel dolor me pareció redondo
como una madrugada
golpeándome la lengua.

Amigo
vértebra del día no vivido
madrugada sin cornisas
amigo
misterio antiguo
cereal
montañas en la lluvia
cimiento del hombre
canto del gallo austral
en la noche vencida
amigo
manos de abrir mandarinas delatoras
manos de sobar el gol y la pelota
oreja cercana del naufragio
pizarrón cansado
amigo
millón de palabras embolsadas
mate
vibración de cuerda que no cesa
de estrenarse en cada tarde
corazón sin llaves
recinto para mis días futuros
y los de mis hijos

Palabras son trabajo

Palabras son trabajo
protuberancian el agua de los músculos
la sangre de los vientos
lagriman el viento de la calle infancia
y espiraladas lentas
taponan desagües
para verdad que todo y siempre
palabras son trabajo.
Palabras no descansan diccionario
ciencia ni pasado
palabras escarmientan
giran vuelcan vuelan
recalientan brújulas y máquinas
sorpresan a la muerte vieja.
Porque palabras cruzan campos
nacen surcos donde nacen garzas
y cereales
entran por cantar
en fábricas panaderías y guitarras
y vuelven siempre bocapueblo
porque verdad que todo y siembra
palabras son trabajo.

Si labio la palabra hijo
me curvo en blanco desvarío
soy cántaro de antigua piedra
río
árbol
lengua misma de la tierra.
Si el hijo me labia
caigo en espirales consonantes
al océano cartón de los espejos.

Cada color televisivo
me retina el acueducto
con pequeños golpecitos pertinaces.
Cada color televisivo
me plancha el sacudón de mano
de un solo tirón de histórica porfía.
Cada color televisivo
me sigla veinte redondeces blancas
y despedazo la manzana
que me astilla los dientes uno a uno
cuatro a cuatro.

Si sombra tarde el corazón del niño
y la lluvia suave su cabeza viento
los hombres
revertirán el canto desgajando surcos
sus secretos mundos de gaviota y nube.
No habrá cornisa
no cabe sobresalto
soberana es la hora tibia de palabras
sueño
claridad de día susurrado
murmullo frutal de los caminos
estación de fiesta en los jazmines
solo para el niño solo.

Todo lo prolongo
lo subo lo postergo
lo arriesgo lo acribillo lo asesino.
Todo lo perforo
lo entiendo y lo dirijo
lo disparo hacia las nubes
para que hecho lluvia azul
lo memorices.

La ruta pasa sobre el automóvil
con su sombra de tierra su coraza
las cuatro ruedas del asombro
redondo de circular abajo
se brillan se calan
se ovillan oxidadas de su trágico
destino de metal funesto.
El conductor del miedo
obedece sin dudas ni trepadas
obedece nomás.

Miro veo me alucino
soplo entiendo precipito
crezco caigo tengo
acaricio y suspendo
sigo
pertenezco cubro retrocedo
mido
grito y me sostengo
toco siento vibro
me cubro y me prolongo
serrucho y martillo
fijo desquicio y te sonrío
floto cruzo nado corro
tiemblo planto riego
florezco y me marchito
tapo y destapo
pido y despido
revuelvo corto pico piso
caliento
vivo muero y revivo
pero ni vivo ni muerto
ni cuerdo ni loco
perdono indulto justifico
ni a oriente ni a occidente
jamás
jamás.

¿Cómo podríamos transformarnos en ave?

CHINA 500 a J.C.
Ho Li Chang asoma
su nariz al cielo.
Lanza a volar sus ojos,
su voluntad sin jaulas.
Ya es nube,
pálida llovizna,
brisa tibia,
sol crecido,
corazón en llamas.
Corre a grandes saltos,
ágil cruza el campo
su sombra,
suelto,
leve,
ligero el ánimo.
La cometa se eleva,
cañas y papel de arroz
vibran en vuelo
de aves sin follajes.
Ho Li Chang se sueña
verdaderamente pájaro.

ARGENTINA 1990
Luis Millán asoma
su nariz al campo.
Lanza a volar sus ojos,
su voluntad de pibe.
Ya es pasto,
nube blanda,
sol de marzo
viento arisco
corazón en llamas.
Corre a grandes saltos
ágil
cruza el potrero
su sombra
libre,
leve,
en el rocío.
El barrilete sube
cañas y papel
vibran en vuelo
de ave sin follajes.
Luis Millán se sueña
verdaderamente pájaro.

“¿Dónde comienza el día?” Lewis Carroll
¿Dónde comienza el día? ¿Qué sombra líquida se esconde en corredores ya
desiertos para que el misterio indefinido de la luz nos ponga nuevamente los pies
en los zapatos? ¿Qué mecanismo o dimensión mueve sus hondas ruedas, sus
bisagras volcánicas, sus plataformas de peces y corales para que vuelva el caldo
victorioso a perfumar cocinas? ¿Qué mano profunda y descarnada tuerce los
metales en la hora insospechada del comienzo? ¿Qué corazón de roja fibra cesa
su aleteo en el silencio para que la muerte desplome su peso sobre un techo de
paja? ¿Quién justifica tantos platos vacíos, tanta muerte, tanto agravio al ojo del
hombre que retuerce su día entre las máquinas, al ojo y al oído de la mujer que
cruza por la casa y el mercado con levedead de pájaro sin alas, al ojo, al oído, a la
lengua y al futuro del niño que no sabe que tendrá que andar en otros días cuesta
arriba esta pendiente de barro y soledades? ¿Dónde comienza el hombre su
camino desquiciado? ¿En qué momento el chico expone del revés toda su piel, su
espíritu frutal entre vapores? ¿De qué lugar no imaginado, o ciertamente frío
retoman su vuelo las aves caídas entre los racimos? ¿Qué vino sin color podrá
librarnos de toda esta pregunta sin respuesta, esta enorme pregunta cegadora?

¿Y qué dirían estos muertos?

Y qué dirían estos muertos cansados si supieran que mañana vendrán a decorar
las tumbas bandadas de viudas lloradoras, hijos ejemplares y cuñados famélicos.
Vendrán en automóviles trayendo sus flores, su vino caliente entre las manos
sofocando la piel del cementerio. Qué dirían si supieran qué lágrima qué sol de
noviembre se agita allá arriba gastando el cemento de aquí abajo. Qué dirían
estos muertos tan tristes si sospecharan que ya no creemos que alguna vez hayan
soportado el calor y el frío o que arrojaran sus cuerpos en los blandos peldaños
del amor. Que no les creemos que alguna lejana vez tuvieron miedo cansancio,
alegría y escarmiento. Ausencia. Ahora tienen su ausencia nuestros muertos y tan
ausentes están que ni siquiera perciben la muerte y tan muertos están que no
sospechan que sabemos de su muerte.


POSTVERSOS

Actáranse los puentes la freidera
si así flopiera
ayuntaría platos brintes de lamelias
o so
cuando pluma
cuando de solo presestimar
me yumbo los zonciles
peñetro
sin más pisulpas que mi cara feroglia
sin mes lloviembre flores plantas
sin mis canuplas
de este triglo oporto.
El pía es caplín
empantánalo.


Nadie mimba ya las carlingas frustras
nadie lapiza los cueros
nadie golpizará madrás los rudimentos
porque el sulfuro priento de los quinchas
amorta
pallenta
sobrecanta las tojas de veleno
hasta ronchir
de pula tez y practiciendo
la curvadez de los legros jicateros.
Como un titiyuco clámaro te friento
como mi guacincha vergerina
porque los pías
los ricacentes halojes te noxaban
con su inkalobre militud de balacedo.
Los hipnovientos de teclas yararizas
coplarán mañana en el sílice himenóptero
hasta driblar con golato de jijillas
las caramangas rácidas del tuerto.


EDICIONES NO MUERDEN GRUPO COOPERATIVO
1. Astucias que por sutiles se aniquilan a sí mismas; de Fernando Belottini.
2. La zona cercada; de Hugo Ojeda
3. Del pájaro y la lágrima; de Raúl Feroglio.
PRÓXIMOS AUTORES:
Pablo Gavazza/ Heraldo Belottini/ Raúl Carreras/ Lidia Morales/ Jorge Dipré/ Jorge
Yakoncik/ Rubén Vedovaldi.

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