
Foto: Juan Martín Galán
“Debe ser fresco el pecho de la tierra”
pensaba Pajarito y calmaba
sus manos pequeñas en el chorro del molino.
Hermanos y primos
enhebrados al verano
esperaban el líquido sueño de la siesta.
Baldes y deseos
acarreaban a la cocina ansiosa
lo que en un rato
y por virtud de magia y madre
sería
un guiso milagroso
acariciando el hambre.
Afuera
el arroyo
en mayoría de edad y de torrentes
era tobogán y calle
emocionado remolino, turbulencia
de circulares vértigos
Siempre
una rama nos salva en la corriente
Casi siempre.
Bello modo de contar una historia.
ResponderEliminarSalud, poeta.